lunes, 30 de marzo de 2009

The Great Pretender


“Oh yes, I'm the great pretender...”. Sí, estoy contento. He logrado que el nuevo vigilante me echara del aparcamiento para lisiados, porque creyó que fingía mi cojera. ¡El tío casi la palma cuando llegó su jefe con una queja por trato vejatorio a un pobre discapacitado! ¿Nuevo vigilante? Quise decir nuevo EXvigilante. El tercero en el semestre, estoy depurando la técnica.

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jueves, 19 de marzo de 2009

Seis grados de separación



Todo está conectado. Y lo que es más importante: cercano. Seis grados de separación es una teoría para explicar que podríamos conectar a dos personas en no más de seis pasos que unen a personas que se conocen. Conocido es el experimento para conectar a Kevin Bacon con cualquier actor de Hollywood de cualquier época, a través de actores que han trabajado juntos en alguna película. Aquí se trata de hacer algo equivalente: ¿habrá algún argumento económico que nos permita relacionar al expresidente Bush con la "actriz x" Jenna Jamenson?













miércoles, 18 de marzo de 2009

La Economía wonderbra


¿Sabéis qué es esto? ¡Tachán! ¡Un wonderbra! Qué recuerdos, gracias a él aprobé contabilidad... ¡Y sin ponérmelo! No te hagas ilusiones, Cameron, no es tu talla. La naturaleza es justa: a mí me dio buen ojo y a ti una buena delantera.

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domingo, 15 de marzo de 2009

Si anda como un pato...


En los 90 los economistas rompieron su silencio. Tras veinte años de fracasos tenían la respuesta a los males que aquejaban el mundo: desempleo, inflación, pobreza, destrucción ambiental... Era el despuntar de la nueva era. Se dirigieron solemnemente a la humanidad para decir: “ya no producimos bienes: producimos ideas”. Y así comenzó la “Nueva Economía”. ¡Serán idiotas!

Comienza la revisión de "Los Felices 90", de Joseph Stiglitz, por Houseconomis. Leer +

Amo la ciudad


Lo que comenzó siendo una campaña de marketing del estado de Nueva York se ha convertido en la marca de La Ciudad por excelencia, y en uno de los principales iconos pop. Incluso puede enseñarnos algo sobre economía... en un click.

Inauguro el blog adaptando un icono pop de primera (I love NY) para reivindicar una de mis pasiones: la ciudad. Me confieso urbanita. Hay quien convierte el término en algo peyorativo, para referirse a gente acomodada y acomodaticia, amante del bullicio, alejada de la naturaleza, elitista y que manifiestan una superioridad occidental...

No sé cómo ayuda a conservar los ecosistemas la irrupción de 4x4, quads y mochileros en parajes naturales. Por otro lado el sueño de la “ciudad jardín” se ha convertido en el monstruo del urbanismo: casas clonadas en espacios suburbanos, con un alto impacto ambiental (demandan mucho territorio, agua y transporte), sin servicios públicos (la baja densidad los hace caros e ineficientes) y corrupción política. Respecto al elitismo occidental... ¡como si la ciudad fuese un invento de Occidente! Un amigo, especialista en la historia de Al Andalus contaba que los andalusíes calificaban, entre perplejos y conmovidos, a los habitantes del norte de la Península como “los que no conocen ni plazas ni ciudades”. Puede ser más mítico que histórico, pero me pongo en el lugar de quien conoció la Córdoba de la época... ¡que pensaría de Covadongas y Leones! Pero estamos aquí para hablar de economía.

La crisis económica nos ha puesto en busca del crecimiento perdido, pero quizás lo hagamos en el lugar equivocado. Empresas, laboratorios, parques tecnológicos, bancos, Estados, acuerdos internacionales para restablecer la confianza... ¿no nos dejamos algo?

Una mujer creía que sí. Se llamaba Jane Jacobs. No era economista, quizás por eso dio una perspectiva nueva a la economía. Para ella la principal fuente de innovación económica está en las ciudades. Lo justificaba en que las ideas las podía crear alguien en la soledad de su laboratorio, de su grupo de investigación, de su departamento de I+D o de su estudio de pintura o de ensayo. Pero el creador sólo capta una parte de su potencial. Para desarrollarse, las ideas tienen que circular libremente, estar disponibles para que otros, con otras habilidades, con otros intereses, con otro talento, las hagan evolucionar y desplieguen su potencial, además de impulsar nuevos procesos de innovación. El saber convencional presenta a las ciudades como lugares de incomunicación, pero nada más lejos de la realidad: son el lugar perfecto para que la información y las ideas se difundan.

Jacobs era una pionera: lanzó estas ideas en The Economy of Cities, un libro publicado en 1969. Pero como toda la cosecha de la primavera del 68 encontró una fuerte oposición. De hecho, la academia no se dio por enterada hasta que Robert Lucas, en 1988, incorporara parcialmente estas ideas en su modelo de desarrollo económico. Reconoció su inspiración en Jacobs para explicar algo que la lógica económica no hacía: cómo el aumento de la productividad de ciertas personas “contagiaba” a otros sectores, y por qué esto sucedía al nivel de las ciudades más que en el de las economías nacionales. Lucas obtuvo años después el Nobel de Economía; pidió el mismo trato para Jacobs, pero no hubo suerte.

Ella impugnó el “nacionalismo” de la ciencia económica: no son las “naciones” los marcos naturales donde se desarrolla la economía, como se viene planteando desde Adam Smith; tampoco las empresas o los mercados. Y no es la fría innovación de laboratorios y empresas la que impulsa a la economía, sino el calor de la concentración de gente creativa que comparte sus talentos en lugares reales, no idealizados; abiertos, no asépticos, y densos, no aislados... en las ciudades.

Estas ideas no se apoyan sólo en la intuición sino que hay evidencia empírica sobre el mejor desempeño económico de las ciudades diversas frente a los “distritos industriales” (concentración de empresas del mismo sector en un territorio), y más aún respecto a los monopolios, que algunos consideran la estructura “óptima” para favorecer la investigación... La superioridad del monopolio es lo que subyace a quienes justifican limitar la circulación del conocimiento mediante patentes y derechos de autor, y las comunidades de todo tipo en Internet (y la historia de la ciencia) dan muchos argumentos para cuestionar esa superioridad.

Pero no sólo las empresas conspiran contra los espacios que permiten la libre difusión de ideas. Muchos políticos han puesto su granito de arena para destruir esos espacios: las políticas urbanas mercantil y burocrática han tratado de destruir la ciudad. Contra esas políticas militó Jacobs. Y siguiendo esta línea, un admirador de Jacobs, Richard Florida, dice que ha llegado la hora de situar en el centro de la estrategia a los lugares y a la gente. Para que cada vez haya más ciudades que logren ser el ecosistema que hace posible la verdadera innovación, al atraer gente, potenciar su creatividad y estar abierta a nuevas ideas. Creo que tienen razón.

Buscamos respuestas para la crisis en empresas, gobiernos y laboratorios... ¿y si Jacobs tenía razón? ¿Y si están en las ciudades? Una razón más para amar la ciudad.